El comercio internacional transita una fase de "calma tensa", donde los indicadores positivos de superficie ocultan fracturas sistémicas profundas. Así lo determina el más reciente informe de ONU Comercio y Desarrollo (UNCTAD), publicado a finales de 2025, el cual pone el foco en un fenómeno que está redefiniendo las reglas del juego: la financiarización de la economía real.
Si bien el año inició con un repunte del volumen comercial cercano al 4%, el organismo sugiere leer esta cifra con cautela. Este crecimiento no responde a una expansión orgánica de la demanda, sino a factores coyunturales como el adelanto de stock ante posibles barreras arancelarias y las inversiones masivas en infraestructura para Inteligencia Artificial (IA). Al despejar estas variables, la expansión real del comercio se sitúa en un modesto rango del 2,5% al 3%, evidenciando un debilitamiento subyacente.
El nudo crítico identificado por la UNCTAD radica en que la producción y la logística ya no son los únicos motores del intercambio. En la actualidad, más del 90% de las operaciones comerciales dependen estrictamente de mecanismos financieros: cartas de crédito, seguros, coberturas cambiarias y redes bancarias complejas.
Esta arquitectura provoca que el flujo de mercancías sea extremadamente sensible a la volatilidad del sistema financiero global. En consecuencia, las exportaciones e importaciones fluctúan más por las condiciones de liquidez y crédito que por la capacidad productiva real de las naciones.
El informe subraya una disparidad alarmante que afecta directamente a las economías del "Sur Global". Los países en desarrollo sostienen el 40% de la producción mundial y atraen el 60% de la Inversión Extranjera Directa (IED). Sin embargo, su participación en los mercados financieros globales es marginal, apenas alcanzando el 25%.
Esta brecha se traduce en costos de financiamiento más elevados y una menor capacidad de maniobra ante crisis externas. Mientras las potencias económicas acceden a capital barato para sostener sus flujos comerciales, las naciones emergentes quedan expuestas a la inestabilidad, restringiendo su capacidad de proyectar inversiones a largo plazo.
De cara al futuro inmediato, las perspectivas económicas globales muestran signos de enfriamiento. Tras una expansión del 2,9% en 2024, la UNCTAD proyecta una desaceleración hacia el 2,6% para 2025 y 2026. Estos niveles se ubican por debajo del promedio histórico previo a la pandemia, alejándose del dinamismo que solían aportar los mercados emergentes.
Ante este escenario de fragilidad, el organismo internacional urge a implementar reformas estructurales. Entre las recomendaciones destacan la necesidad de regular la "banca en la sombra", crear mecanismos regionales de apoyo financiero y fomentar un multilateralismo que otorgue mayor voz a los países en desarrollo. La conclusión es tajante: sin un sistema financiero menos concentrado y más inclusivo, la estabilidad del comercio mundial seguirá pendiendo de un hilo.
Redacción por dataPORTUARIA