Por: Mg. Mario Goicoechea
Durante décadas, el sistema portuario de Estados Unidos operó bajo un esquema de mantenimiento reactivo, una política de contención de daños que la crisis global de suministros de 2021 expuso como insostenible. Ante la evidencia de la fragilidad sistémica, Washington ha ejecutado un viraje estratégico. La asignación de fondos federales bajo la IIJA no constituye un simple programa de obras públicas, sino una intervención estructural diseñada para modernizar activos obsoletos y alinear la capacidad logística nacional con las exigencias del comercio internacional contemporáneo y la seguridad nacional.
El imperativo de esta modernización se manifiesta con claridad en el Puerto Don Young en Alaska. Esta instalación trasciende su función comercial; actúa como el único punto de acceso viable para el 90% de los bienes civiles y suministros militares que ingresan al estado. Sin embargo, la infraestructura, heredada de la década de 1940, enfrentaba un deterioro crítico debido a la corrosión acelerada por el entorno de Cook Inlet.

La intervención federal ha permitido transitar de medidas paliativas temporales a la ejecución del Programa de Modernización del Puerto de Alaska. El proyecto implica la sustitución integral de los muelles mediante ingeniería sismorresistente diseñada para una vida útil operativa de 75 años. Esta obra asegura la continuidad de la cadena de suministro en una región de creciente importancia geopolítica y garantiza la operatividad de las bases militares conjuntas en el Ártico.
En el litoral sur, la administración ha catalizado la mayor expansión de capacidad en generaciones. El Puerto de New Orleans ha recibido una subvención federal superior a los 226 millones de dólares —la mayor otorgada en la historia del Departamento de Transporte para una nueva terminal de contenedores— destinada a la construcción de la Terminal Internacional de Louisiana.
Ubicada en St. Bernard Parish, esta infraestructura elimina las restricciones de altura impuestas por los puentes fluviales existentes, permitiendo el acceso directo de los buques de mayor calado del mundo. El proyecto, integrará el sistema fluvial del Misisipi con las rutas marítimas globales, optimizando la exportación de productos agrícolas e industriales del interior del país.
Paralelamente, se desarrolla una competencia por la capacidad de calado. El Puerto de Virginia ejecuta un ambicioso proyecto de dragado financiado parcialmente por la IIJA, con el objetivo de establecer los canales de navegación más profundos y anchos de la costa este para 2025.

Esta mejora técnica permitirá la navegación simultánea de dos buques Ultra-Large Container Vessels, reduciendo los tiempos de tránsito y elevando la eficiencia operativa del puerto a niveles inéditos en la región.
En Quonset Point, Rhode Island, la inversión ha facilitado un ejemplo notable de reutilización adaptativa. El "Carrier Pier", erigido originalmente en 1941 para dar servicio a portaaviones durante la Segunda Guerra Mundial, finalizó su proceso de renovación integral en octubre de 2024.
Mediante una inyección de capital federal y estatal, esta estructura ha evolucionado de un activo de proyección militar a un nodo logístico dual. Mantiene su función en la importación de vehículos, pero ahora actúa también como plataforma logística para el despliegue de la industria de energía eólica marina. La obra garantiza la viabilidad estructural del muelle hasta la década de 2070, alineando la infraestructura existente con los objetivos de transición energética nacional.
En la costa del Pacífico, el Puerto de Long Beach aborda la congestión terrestre mediante el proyecto "Pier B On-Dock Rail". Con el inicio de la construcción en 2024, esta iniciativa desarrollará una instalación ferroviaria masiva dentro del recinto portuario, diseñada para ensamblar trenes de hasta tres kilómetros de longitud.

El impacto es doble: optimización logística y mitigación ambiental. Al transferir un mayor volumen de carga directamente al ferrocarril, se proyecta la eliminación de miles de viajes diarios de camiones en la autopista I-710, mejorando la velocidad de distribución hacia el interior y reduciendo las emisiones contaminantes en las áreas urbanas adyacentes.
La ejecución de estos proyectos bajo la Ley Bipartidista señala una determinación clara por parte de Estados Unidos de reafirmar su liderazgo económico global. Al modernizar nodos —desde el Ártico hasta el Golfo y ambas costas— la nación no solo rectifica décadas de subinversión, sino que establece una base física robusta y tecnológicamente avanzada.
Esta infraestructura renovada posiciona a la economía estadounidense para competir con ventaja en los mercados internacionales durante las próximas décadas, demostrando una capacidad de adaptación y proyección de poder comercial sin rival.