La competitividad del sector agropecuario argentino se encuentra intrínsecamente ligada al estado de su infraestructura rural, particularmente los caminos rurales y los sistemas de riego. A pesar de su rol fundamental en la cadena de valor y el comercio exterior, estas infraestructuras han padecido una inversión insuficiente y una gestión fragmentada durante décadas, lo que hoy compromete la eficiencia del transporte y la productividad en las zonas de producción.
Carlos Pastor, ingeniero agrónomo y asesor del Área de Pensamiento Estratégico (APE) de la Cámara Argentina de la Construcción (CAMARCO), junto a Bernardino Capra, ingeniero especialista en caminos rurales y también miembro del APE, expusieron esta problemática en el ciclo CAMARCO 2025. Ambos profesionales detallaron la situación actual y el impacto directo en la logística del país.
Argentina cuenta con aproximadamente 400.000 kilómetros de caminos rurales no pavimentados, lo que representa el 85% de su red vial total. Esta extensa red, conocida como la "primera milla" logística, es crucial para conectar las explotaciones productivas con los centros de acopio, rutas principales, estaciones ferroviarias y puertos. No obstante, es también la sección más vulnerable y susceptible a interrupciones.
Capra comparó la red rural con "una manguera demasiado pequeña para la demanda logística actual", enfatizando que, sin importar el volumen de producción en origen, los caminos intransitables impiden su flujo. El deterioro puede ser extremadamente rápido: "Podés dejar un camino impecable y, con una lluvia fuerte, pasar a un estado deplorable en dos días", afirmó el especialista.
Las implicaciones logísticas de esta situación son diversas:
Demoras operativas: Retrasos en la salida de cosechas o productos lácteos.
Incremento de costos: Mayores gastos de transporte debido a desvíos y tiempos muertos.
Restricciones de acceso: Imposibilidad de ingreso para ambulancias, transporte escolar y proveedores.
Pérdida de valor: Disminución de la productividad en cadenas de frío y productos perecederos.
La problemática es especialmente aguda en regiones con suelos arcillosos, como Buenos Aires y la Mesopotamia, donde las precipitaciones intensas tornan los caminos impasables. En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, se registran 450 parajes sin accesos pavimentados y 4.500 km de rutas provinciales de tierra que funcionan como cuellos de botella permanentes para la logística agropecuaria.
Según Capra, la inversión en la estabilización de estos caminos, utilizando materiales como piedra, cal o cemento, ofrece "tasas internas de retorno superiores al 30% en dólares solo en provincia de Buenos Aires", lo que la convierte en una inversión sumamente rentable desde una perspectiva productiva.
En el ámbito hídrico, Argentina presenta una brecha estructural considerable. Solo 2,1 millones de hectáreas, equivalente al 5% de la superficie agrícola nacional, se encuentran bajo riego. Sin embargo, esta reducida extensión genera entre el 12% y el 13% del valor total de la producción agrícola, lo que subraya su vasto potencial para el desarrollo del sector.
Pastor explicó que la infraestructura de riego se concentra predominantemente en las zonas andinas (Mendoza, San Juan, Río Negro, Catamarca, Jujuy), donde es indispensable para cultivos como la vitivinicultura, frutales y otras producciones intensivas. "El Malbec argentino, reconocido entre los mejores del mundo, no existiría sin estos sistemas de riego", puntualizó.
No obstante, la red de riego actual evidencia un notable envejecimiento. Una proporción significativa de los canales primarios, secundarios y terciarios fue construida antes de 1970. Actualmente, estos sistemas están amortizados, depreciados y operan con una eficiencia extremadamente baja, oscilando entre el 25% y el 35%. El resto del agua se pierde por filtraciones en canales sin revestimiento o por la obsolescencia de las estructuras.
Aunque las obras de modernización ejecutadas entre 1998 y 2018 (PROSAP) contribuyeron a una mejora parcial, resultan insuficientes para satisfacer las crecientes demandas demográficas y exportadoras, así como para la expansión de la frontera agrícola mediante riego complementario. Pastor señaló la necesidad de:
Mantener los sistemas actuales con financiamiento adecuado.
Recuperar y modernizar canales de tierra y piedra.
Elevar la eficiencia hídrica del 30% actual a un rango del 60-80% mediante el revestimiento de canales y la incorporación de tecnificación.
La tecnología disponible, que incluye riego por goteo, sensores y telemetría, requiere una planificación de cuencas integral y un esquema de financiamiento público-privado para su implementación efectiva.
Los especialistas de CAMARCO coinciden en la urgencia de establecer políticas de inversión y mantenimiento sostenidas. Para el riego, la modernización de canales y el incremento de la eficiencia hídrica son imperativos; para los caminos rurales, la estabilización de suelos críticos y la garantía de accesibilidad permanente resultan esenciales.
Ambos sistemas, a menudo subestimados en el debate público, son pilares para la reducción de costos logísticos, la continuidad de la producción, el aumento de la competitividad exportadora, la prevención de pérdidas por interrupción de la circulación y la protección de servicios sociales básicos en las áreas rurales.
El desafío principal, según los técnicos del APE de CAMARCO, radica en transformar la percepción de estas infraestructuras de meros gastos a inversiones logísticas estratégicas, fundamentales para el desarrollo económico y social de Argentina.
Redacción por dataPORTUARIA