El notable crecimiento del sector girasolero se atribuye a una convergencia de elementos tanto exógenos como endógenos. La superficie destinada a este cultivo ha experimentado una expansión, pasando de 1,6 millones de hectáreas en la campaña 2019/20 a una proyección de 2,8 millones de hectáreas para el ciclo 2025/26, según datos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca.
La Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA) corrobora esta tendencia alcista, estimando una cosecha de 5 millones de toneladas (MMT) para la campaña 2024/25, la más alta del siglo. Para el próximo ciclo, se anticipa que la producción podría alcanzar las 6 MMT, siempre que se mantengan los rindes actuales y el aumento de medio millón de hectáreas proyectado.

Uno de los principales detonantes del "brillo" del girasol argentino fue el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, iniciado en 2022. Esta situación interrumpió el flujo de commodities agrícolas desde la región del Mar Negro, afectando significativamente la oferta global de aceite de girasol, del cual ambos países son los principales productores.
Ante este escenario, naciones como la India, un importante importador de aceite de girasol, diversificaron sus fuentes de aprovisionamiento, encontrando en Argentina un proveedor confiable. Las exportaciones argentinas de aceite de girasol hacia India escalaron de 168 mil toneladas en 2021 a 670 mil toneladas en lo que va del año, con expectativas de superar las 700 mil.
Otro factor crucial en la reactivación del sector ha sido la reducción progresiva de los derechos de exportación (retenciones). Desde 2020, la alícuota general del 12% para todos los productos se diferenció:
El aceite crudo bajó del 12% al 5,5%.
El aceite refinado bajó del 12% al 3,5%.
La harina bajó del 12% al 4%.
Esta política ha mejorado la rentabilidad de los productores, incentivando la siembra y la inversión en el cultivo de girasol en Argentina.
La combinación de períodos de sequía y la proliferación de plagas como la chicharrita en el maíz ha llevado a muchos productores a reevaluar sus esquemas de rotación de cultivos. El girasol, con su mayor resistencia a condiciones hídricas adversas, ha resurgido en regiones donde su presencia había disminuido. Este fenómeno explica, por ejemplo, que la Unión Agrícola de Avellaneda, en el norte de Santa Fe, se posicione hoy entre los cinco principales exportadores de aceite de girasol del país.
Actualmente, Argentina ostenta el cuarto lugar como productor mundial significativo de girasol, detrás de Rusia, Ucrania y la Unión Europea, que en conjunto representan el 75% de la producción global. Con una participación de mercado del 8-9%, existe un considerable margen para expandir la presencia argentina en el comercio internacional de oleaginosas.
El resurgimiento del girasol ofrece valiosas lecciones para el sector agropecuario y la economía del país:
Argentina demuestra ser un actor fundamental en la seguridad alimentaria mundial, especialmente en momentos de crisis geopolíticas.
La calidad de los productos agroindustriales argentinos es reconocida globalmente.
La adecuación de las políticas de derechos de exportación incentiva la producción y mejora la competitividad del productor.
El girasol representa un cultivo que otorga flexibilidad y contribuye a la sustentabilidad económica de los sistemas productivos.
Se espera que esta recuperación del girasol en Argentina no sea un hecho aislado, sino que se consolide en el tiempo, revirtiendo el declive experimentado a principios de siglo tras un período de producciones elevadas en la década de los 90.
Redacción por dataPORTUARIA