Tras un lustro dominado por la sequía, el escenario productivo para el trigo ha cambiado radicalmente en la zona núcleo. La recomposición de los perfiles de humedad ha eliminado la principal limitante de rendimiento, motivando una mayor inversión en insumos y fertilización por parte de los productores.
Según el ingeniero agrónomo Gustavo Ferraris, especialista en nutrición del INTA Pergamino, la abundante disponibilidad hídrica ha transformado la estrategia defensiva previa en una ofensiva, con proyecciones de volumen que podrían alcanzar y superar los 24 millones de toneladas.
La base del nuevo estándar de alta producción y calidad de exportación se resume en una ecuación técnica: aplicar 30 kg de nitrógeno (entre el aporte del suelo y el fertilizante) por cada tonelada de rendimiento esperable.
Ferraris explica que este balance no es arbitrario; es el resultado de extensos ensayos que permiten a las variedades de calidad intermedia alcanzar el umbral de 10,5% de proteína, requerido por los mercados internacionales. Dado que el potencial de rinde del trigo se define progresivamente, la flexibilidad en el manejo es crucial. El especialista advierte que "lo peor que puede pasarnos esta campaña es quedarnos cortos de nitrógeno," sintetizando que la inacción conlleva una pérdida directa de rendimiento.

La consolidación de un volumen exportable superior a los 24 millones de toneladas tendría un impacto directo en la logística portuaria argentina, incrementando el flujo de graneleros y la demanda de capacidad de acopio en los puertos del Gran Rosario y Bahía Blanca.
El valor del trigo va más allá de su rendimiento individual. En la región núcleo, el cereal funciona como la columna vertebral del sistema de doble cultivo, habilitando la siembra de soja de segunda.
Ferraris subraya que el trigo es el cultivo "más sustentable del sistema": aporta sanidad al suelo, mejora los balances de nutrientes y reduce la presión de malezas. Un ejemplo concreto es la notoria reducción en las aplicaciones de herbicidas requeridas en una soja de segunda sobre rastrojo de trigo, lo que se traduce en eficiencia económica y ambiental.
El éxito del trigo, con rendimientos elevados, plantea un nuevo desafío para la cosecha subsiguiente. Un trigo de alta productividad extrae una mayor cantidad de nutrientes, dejando un rastrojo empobrecido.
Por ello, el especialista advierte que la corrección nutricional es obligatoria para la soja de segunda. Si el productor fertilizó pensando en 5.000 kg/ha y obtuvo 6.500 kg/ha, debe reponer urgentemente los nutrientes extraídos, especialmente fósforo y azufre. La falta de este ajuste implica que la soja de segunda "paga el costo del éxito" del trigo, afectando su propio rendimiento. Con la humedad garantizada por las lluvias, el manejo fino de la nutrición es la clave para sostener el equilibrio y la rentabilidad de todo el ciclo agrícola.
Redacción por dataPORTUARIA