La operatividad del Comercio Exterior y la distribución interna argentina dependen de una red de transporte que, en su base, está compuesta por miles de kilómetros de caminos de tierra o con limitado mantenimiento. Cuando las precipitaciones intensas se vuelven recurrentes, la capacidad de estos accesos para sostener el tráfico de cargas se anula, transformándose en barro profundo o quedando directamente cortados.
Este fenómeno climático no es solo un problema agronómico, sino un desafío estructural para la Logística. La intransitabilidad restringe el movimiento de camiones con maquinaria pesada, insumos industriales y mercancías que deben ser derivadas hacia centros logísticos, plantas de procesamiento o zonas portuarias. El corte de estos accesos primarios paraliza la logística de origen, generando demoras que se replican en cascada a lo largo de toda la red de distribución.
El deterioro de la red vial rural demuestra que la previsibilidad logística comienza en el kilómetro cero. Si el primer punto de conexión de la cadena se bloquea, se desarticula la fluidez operativa requerida por la industria y el transporte.
El problema de la movilidad también impacta directamente los procesos productivos. Labores programadas con precisión temporal quedan suspendidas porque la maquinaria no puede ingresar a los lotes. Esto genera un doble retraso: se detienen las tareas de producción y, por consiguiente, se interrumpe el flujo de mercadería hacia los operadores.

La alteración del ritmo de suministro provoca una pérdida de previsibilidad fundamental para la planificación. Las plantas industriales y los centros de acopio reciben volúmenes impredecibles: momentos de baja recepción seguidos de picos de concentración cuando los caminos vuelven a ser transitables. Esta irregularidad es difícil de administrar y conduce a:
Aumento de la congestión: Los viajes pendientes se acumulan, forzando la saturación de las rutas y accesos cuando se reanuda la actividad.
Elevación de los tiempos de espera (lead times): Los transportistas se ven obligados a recalcular rutas o aguardar el descenso del nivel de agua, lo que incrementa los costos por inactividad.
Incremento de costos operativos: Las demoras y los kilómetros adicionales recorridos para evitar tramos anegados impactan directamente la tarifa final del flete, trasladándose a la cadena de valor.
La afectación logística trasciende lo económico, alcanzando el plano social: el aislamiento de comunidades rurales restringe el acceso a servicios esenciales como salud, educación y reabastecimiento comercial.
Redacción por dataPORTUARIA