Por: Mg. Mario Goicoechea
Mientras los grandes buques portacontenedores dominan los titulares en los puertos de Los Ángeles, Nueva York o Savannah, el verdadero secreto de la eficiencia logística en Estados Unidos se esconde a cientos de kilómetros tierra adentro. Se trata de los Puertos Secos (Inland Ports), vastas terminales de transporte que funcionan como una extensión remota y funcional de sus hermanos marítimos.
La función esencial de estos recintos es doble: descongestionar la costa y llevar el comercio global directamente al corazón industrial y de consumo del país.
Un puerto seco se define fundamentalmente como una terminal de transporte interior, conectada a la terminal marítima a través de un servicio ferroviario, a menudo clasificado como de “corta distancia” (short haul).
Estos hubs no solo transfieren carga de tren a camión, sino que replican servicios cruciales que antes solo se encontraban en el mar. Incluyen el almacenamiento, la distribución y, fundamentalmente, el procesamiento aduanero y arancelario.
Muchos operan como Zonas de Comercio Exterior (FTZ), lo que permite a las empresas diferir o eximir aranceles sobre las mercancías destinadas a reexportación o procesamiento, un poderoso imán para la inversión industrial.

La red de puertos interiores en EE. UU. no sigue un modelo único, sino que se ha desarrollado a través de dos enfoques principales. El primero, dominante en la costa Este, es el de las extensiones patrocinadas por autoridades portuarias.
Las agencias estatales, al operar bajo una "perspectiva de servicio público" , invierten fuertemente para extender su área de captación (catchment area) y evitar que la congestión vial sature las áreas urbanas costeras.
El Virginia Inland Port (VIP), operativo desde 1989 en Front Royal, fue pionero en este concepto. Hoy, su autoridad portuaria invierte $15 millones en modernizarlo, incrementando su capacidad de vías ferroviarias y añadiendo grúas pórtico eléctricas.
Por su parte, Carolina del Sur compite con su Inland Port Greer, a 212 millas del Puerto de Charleston, y el Inland Port Dillon, ambos conectados a las redes ferroviarias de Norfolk Southern y CSX.

El segundo enfoque se centra en los Macro-Puertos Regionales. Estos son gigantescos centros impulsados por su posición geográfica central y la convergencia de infraestructura.
El caso más notable es Dallas/Fort Worth (DFW), que funciona como un puerto seco global gracias a su confluencia de ferrocarriles Clase 1 (BNSF, Union Pacific) y autopistas convergentes (I-35, I-20, I-45).
Esta ubicación permite a los transportistas alcanzar hasta el 99% de la población estadounidense en un lapso de 48 horas, lo que ha convertido a DFW en un imán para la distribución masiva: Amazon, por ejemplo, ha establecido más de 30 instalaciones que superan los 22 millones de pies cuadrados en la región, según reportes de CBRE Research.
El argumento más sólido para la inversión en estos centros es su rol como motores económicos regionales. La actividad generada por los puertos costeros y sus terminales interiores tiene un efecto multiplicador financiero masivo que se refleja en informes oficiales.
En Virginia, la actividad vinculada al puerto (incluyendo el VIP) generó $124.1 mil millones en ventas en el año fiscal 2022, un 12% de la producción total del estado, sustentando a más de 565,000 empleos, de acuerdo con un estudio de The College of William & Mary.
De manera similar, en Carolina del Sur, las operaciones portuarias (Greer y Dillon) generan un impacto económico anual cercano a los $87 mil millones, sosteniendo 1 de cada 9 empleos en el estado (260,000 puestos), según datos de SC Ports Authority.
Asimismo, en el estado de Georgia, los puertos y terminales interiores respaldan más de 609,000 empleos anualmente, aportando $171 mil millones en ingresos totales a la economía estatal.
Desde una perspectiva operativa, el valor de los puertos secos se disparó durante las crisis recientes, como la pandemia. Al desconsolidar y almacenar contenedores más cerca de los centros de consumo, actúan como "amortiguadores" (buffers) que garantizan que las empresas mantengan un suministro inmediato de productos, incluso cuando los puertos marítimos sufren interrupciones por picos de demanda o eventos imprevistos.
La Ley de Inversión en Infraestructura y Empleo (IIJA) de 2021 ha sido fundamental, casi duplicando la financiación federal anual para puertos a $450 millones. Un vehículo es el Programa de Desarrollo de Infraestructura Portuaria (PIDP) del Departamento de Transporte (DOT), que distribuye aproximadamente $500 millones anuales en subvenciones e incluye expresamente a los puertos fluviales interiores.
Proyectos recientes han ilustrado esta prioridad. Por ejemplo, el proyecto Mount Vernon Port Transload and Rail Yard en Indiana recibió $11.2 millones en fondos PIDP para construir un nuevo patio ferroviario y cinco zonas de transbordo camión-ferrocarril, reforzando la interconexión intermodal en el interior del país.

El futuro inmediato está marcado por la sostenibilidad. Los puertos secos ya contribuyen a reducir la huella de carbono al cambiar la carga de la carretera al ferrocarril, generando ahorros sustanciales en emisiones de CO2.
La administración federal está impulsando activamente la transición a tecnologías de cero emisiones (ZEV), respaldada por subvenciones del DOT ($400 millones) y la EPA (casi $1,000 millones) para reemplazar camiones y equipos pesados.
Los puertos secos de Estados Unidos son más que simples nodos en una red; son un mecanismo que permite a las empresas del interior acceder a los mercados globales de manera más eficiente y a la nación gestionar mejor los riesgos logísticos.
Esta infraestructura, que combina servicios aduaneros avanzados con tecnología de punta y un creciente compromiso con las cero emisiones, es esencial para asegurar el flujo continuo del comercio estadounidense frente a los desafíos globales.