

La fruticultura del Valle de Río Negro y Neuquén enfrenta una crisis estructural, en la que casi la mitad de la producción de manzanas se destina a la industria, que paga un precio significativamente menor al del mercado en fresco. Esta situación pone de manifiesto una pérdida de competitividad que afecta la rentabilidad del sector y compromete su sostenibilidad a largo plazo.
Según datos del SENASA, en los primeros ocho meses de 2025 se comercializaron 412.400 toneladas de manzanas. De ese total, un 45% (aproximadamente 190.000 toneladas) se dirigió a la industria de jugos y sidras, un segmento que ofrece valores muy inferiores. Este porcentaje se ubica como el segundo más alto en lo que va del siglo, superado solo por el 2023. El nivel de fruta destinada a la industria en la Patagonia duplica el de países competidores como Chile, Sudáfrica y Nueva Zelanda, donde la proporción se mantiene entre el 20% y el 30%.
La desproporción en el destino de la fruta se vuelve inviable a largo plazo. Aunque el costo de producción por kilo es de 30 centavos de dólar, el retorno económico es muy diferente entre la fruta de alta calidad y la industrial. En países más competitivos, el 80% de la producción se orienta a mercados frescos, mientras que en la Patagonia la mitad se vende a precio de descarte. Esta realidad ha transformado a la región, de un polo exportador a un productor de fruta para industria, lo que limita su capitalización y capacidad de inversión.
El mercado interno, que absorbió el 39% de la producción (160.000 toneladas), tampoco ofrece una solución sostenible. Los precios en las góndolas se han visto afectados por la baja en el consumo y la competencia con frutas importadas. Además, solo un 20% de la manzana que se vende en el mercado nacional es de alta calidad, con el resto generando márgenes de rentabilidad bajos o negativos.
La exportación ha sido el sector más afectado. En los primeros ocho meses del año, se enviaron a mercados internacionales solo 68.000 toneladas, lo que representa apenas el 16% de la producción total comercializada. Esta cifra contrasta con el modelo original de la fruticultura patagónica, concebida para la exportación. La falta de competitividad y la baja calidad de la producción local son las principales razones de esta situación.
El problema central es la calidad de la fruta, influenciada por factores como la obsolescencia tecnológica, la falta de inversión en los cultivos y la ausencia de políticas públicas de largo plazo.
El desafío actual es revertir la proporción de fruta industrial y recuperar la calidad como eje central de la producción. Esto requiere tanto de políticas de financiamiento y reconversión productiva como de un compromiso de toda la cadena para innovar y mejorar los estándares. De no hacerlo, el futuro de la fruticultura patagónica podría quedar relegado a la producción de fruta de bajo valor.
Redacción por DataPortuaria