

Por: Mg. Mario Goicoechea
Años antes de la pandemia, ya se manifestaban señales de alerta. La quiebra de la naviera surcoreana Hanjin en 2016 demostró cómo la caída de una entidad de tal envergadura podía generar retrasos globales y paralizar la entrega de mercancías.
Este evento precipitó una consolidación en la industria, donde las siete navieras más grandes llegaron a controlar tres cuartas partes de la flota mundial, configurando un oligopolio eficiente en condiciones de estabilidad, pero intrínsecamente frágil ante la adversidad.
Al irrumpir la pandemia, el consumo de bienes experimentó un aumento desproporcionado, impulsado por una modificación en los patrones de gasto, migrando de servicios a productos, y por un repunte en el ahorro de los hogares, de acuerdo con análisis de las consultoras Deloitte y McKinsey. Este incremento masivo de la demanda superó la capacidad de un sistema desprovisto de holgura. El resultado fue una escasez crítica de contenedores y un incremento exponencial de los costos de flete. A modo de ejemplo, el costo de envío de un contenedor de Shanghái a Los Ángeles aumentó de 2.000 dólares antes de la pandemia a 25.000 dólares a principios de 2021, según lo informado por la agencia Tracosa.
La imagen más patente de la crisis fue la de los buques portacontenedores fondeados durante semanas frente a los puertos de California, con hasta 40 embarcaciones esperando en fondeaderos o a la deriva, tal como lo reportaron SWW Logistics. Si bien los puertos operaban a niveles récord de descarga, el verdadero cuello de botella no residía en el ámbito marítimo, sino en tierra.
La red de transporte terrestre, compuesta por ferrocarriles y camiones, no lograba mantener el ritmo, obstruyendo la salida de los contenedores de las terminales.
Esta situación se vio exacerbada por una escasez de personal en múltiples estratos. La pandemia redujo el número de trabajadores portuarios y estibadores. A esto se sumó un déficit preexistente de mano de obra en el transporte terrestre, con una carencia de hasta 80.000 camioneros en EE.UU., lo que limitó la capacidad de trasladar la carga al interior del país. El resultado fue un problema sistémico que impactó directamente en la vida de los consumidores, provocando escasez de productos en los supermercados a principios de 2022.
La falta de abastecimiento afectó a bienes de primera necesidad, como pollo, carne de vacuno, huevos y, en algunos casos, fórmula para bebés. Un estudio de la Asociación de Marcas de Consumo reveló una disminución del 15% en los alimentos y del 12% en bebidas y productos de limpieza e higiene en las tiendas, de acuerdo con RTVC Noticias.
Ante la crisis, el gobierno de Joe Biden implementó una serie de medidas y ambiciosos planes de inversión. Una de las primeras acciones fue el acuerdo para que los puertos de Los Ángeles y Long Beach operaran las 24 horas del día, los siete días de la semana, para acelerar la descarga de mercancías.
Además de estas medidas a corto plazo, la administración ha destinado miles de millones de dólares a la infraestructura de transporte y portuaria, de acuerdo con TOC Logistics y el Departamento de Transporte de EE.UU. A través de la Ley de Reducción de la Inflación, se asignaron 3.000 millones de dólares para la modernización de la infraestructura portuaria, con un enfoque en la sostenibilidad, la creación de empleo y la eficiencia. Esto incluye proyectos para la descarbonización con maquinaria eléctrica y camiones propulsados por hidrógeno. También se han destinado 635 millones de dólares para expandir la red de recarga de vehículos eléctricos.
No obstante, la respuesta de las empresas ha trascendido la mera inversión. La pandemia aceleró el abandono del modelo "just-in-time" para adoptar un enfoque que valora la redundancia y la flexibilidad, una tendencia descrita como "just-in-case".
Este cambio se ha materializado en estrategias como la diversificación de proveedores y la relocalización de operaciones, conocido como nearshoring o reshoring, de acuerdo con The Logistics World. El objetivo es reducir la dependencia de una única fuente o país, mitigando los riesgos de disrupciones tal como indicaba Gartner. Un ejemplo patente es el impulso al nearshoring en América del Norte, con empresas estadounidenses trasladando su producción a México para acortar los tiempos de ciclo y estar más cerca del consumidor final.
Este cambio de paradigma representa una inversión en la resiliencia que se concibe como un costo inherente a la actividad empresarial, no como una ineficiencia, tal como lo señala C de Comunicación.
Ante la creciente demanda de visibilidad en tiempo real, las empresas están adoptando la inteligencia artificial y el aprendizaje automático para optimizar rutas y anticipar desafíos. La automatización, mediante la implementación de robótica colaborativa y robots móviles autónomos (AMRs), también está impulsando la eficiencia y abordando la escasez de mano de obra en los almacenes estadounidenses.
Esta transformación tecnológica está generando debates importantes sobre el futuro del empleo. Si bien algunos sindicatos han expresado preocupaciones, se están abriendo oportunidades para el diálogo y la colaboración en la búsqueda de soluciones que beneficien tanto a las empresas como a los trabajadores. La Asociación Internacional de Estibadores (ILA), por ejemplo, ha demostrado su capacidad de negociación al lograr acuerdos para sus miembros, como lo ilustran sus demandas de aumento salarial.
La crisis global de la cadena de suministro brindó una lección inequívoca, pero las respuestas fueron marcadamente divergentes. El caso de EE.UU. revela un sistema que, al ser reactivo, se vio compelido a realizar inversiones masivas para restablecer la estabilidad. En contraste, la respuesta de Europa demostró el valor de la planificación anticipada y la intermodalidad. A pesar de enfrentar desafíos análogos como la escasez de mano de obra, la Unión Europea logró responder con una estrategia más coordinada, creando "vías verdes" para el transporte de bienes entre fronteras, una iniciativa elogiada por MundoMarítimo. Puertos como el de Róterdam, la "puerta de Europa", evidenciaron su resiliencia gracias a sus conexiones bien desarrolladas de transporte ferroviario, por barcaza y por carretera, asegurando una distribución eficiente, de acuerdo con un reporte de IoT Guide y El Puerto de Amberes-Brujas.
En Asia, la respuesta presentó un estudio de contrastes. China, la "fábrica del mundo", adoptó una política de "COVID Cero" que, si bien buscaba contener el virus, paralizó las operaciones en puertos clave como Shanghái y Ningbo, contribuyendo a la congestión global, según la Universidad Militar Nueva Granada y La Jornada. En este caso, un enfoque centralizado y rígido se mostró contraproducente para la estabilidad económica global.
En contraposición, Singapur se destacó como un modelo de gestión proactiva y colaborativa. Su puerto implementó medidas específicas para proteger la salud de la tripulación, incluyendo centros de pruebas y cuarentena, resultado de un diálogo social tripartito entre la autoridad marítima, los sindicatos y las asociaciones del sector, tal como lo confirmó la OIT. Este enfoque permitió que el puerto mantuviera la fluidez del comercio marítimo y protegiera la fuerza laboral, demostrando que la colaboración puede ser clave para la resiliencia.
El sistema logístico de Estados Unidos, una vez en el epicentro de la crisis, se levantó y se adaptó para enfrentar los desafíos que persisten en la "nueva normalidad". La experiencia de la pandemia obligó al país a tomar acciones concretas para fortalecer su cadena de suministro.
El secretario de Transporte de EE.UU., Pete Buttigieg, ya había reconocido en 2021 que los problemas de la cadena de suministro persistirían, pero esperaba "mejoras en los próximos meses", como reportó la agencia Efe
. Su predicción se hizo realidad. En efecto, el gobierno de Biden logró un acuerdo para que los puertos de Los Ángeles y Long Beach operaran las 24 horas del día, los 7 días de la semana, en un esfuerzo por acelerar la descarga de mercancías.
El progreso fue notable. El sector manufacturero del país alcanzó una "nueva normalidad" en 2023. Este éxito fue posible gracias a un cambio de paradigma, donde las empresas invirtieron en la resiliencia como un imperativo estratégico y adoptaron tecnologías de vanguardia para enfrentar los desafíos. Paralelamente, el gobierno invirtió través de iniciativas como el programa de Puertos Limpios, financiado por la Ley de Reducción de la Inflación, para modernizar la infraestructura con tecnologías de cero emisiones y reforzar la red contra los riesgos climáticos, como lo ha destacado la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU. (EPA)
Aunque los riesgos persisten —especialmente los derivados de conflictos geopolíticos y las tensiones laborales—, Estados Unidos demostró su capacidad para mitigarlos. La amenaza de una huelga de estibadores que se materializó en 2024, y que podría haber paralizado casi la mitad de las importaciones marítimas del país, fue evitada.
Un acuerdo provisional se anunció entre la ILA y la Alianza Marítima de Estados Unidos (USMX) en octubre de ese año, poniendo fin al paro.
Este evento demostró que el país se preparó para abordar los desafíos de la "nueva normalidad", un equilibrio dinámico que se construye sobre la base de una infraestructura robusta, tecnología avanzada, políticas gubernamentales ágiles y relaciones laborales estables. El futuro del comercio global dependerá de su capacidad para seguir adaptándose y fortaleciendo cada eslabón de esta compleja cadena.