

La escasez de conductores profesionales se ha consolidado como una de las mayores amenazas para la estabilidad logística global. En 36 países que representan el 70% del PIB mundial, hay actualmente 3,6 millones de vacantes sin cubrir en el transporte de cargas. Las proyecciones no son alentadoras: en los próximos cinco años, más de 3 millones de conductores alcanzarán la edad de jubilación, mientras que menos del 7% de los trabajadores del sector tiene menos de 25 años.
Este desbalance etario pone en jaque a toda la cadena de suministro. Las entregas just-in-time, especialmente críticas en sectores como el comercio electrónico y la industria manufacturera, corren el riesgo de sufrir demoras crecientes, afectando no solo la disponibilidad de productos, sino también los costos logísticos. Frente a este panorama, la industria explora la solución de los vehículos autónomos.
Desde zonas confinadas como minas hasta autopistas en Europa y Estados Unidos, las pruebas con vehículos autónomos se multiplican. La conducción automatizada en entornos controlados ya es una realidad operativa en algunas industrias, donde los costos asociados a la rotación de personal y los riesgos laborales son altos. Aquí, la automatización promete mayor seguridad, eficiencia energética y reducción de tiempos muertos.
La llamada autonomía de nivel 4 —vehículos que operan sin intervención humana bajo condiciones específicas— está siendo testeada en carreteras de países como Suecia y Alemania, con miras a una implementación comercial a mediano plazo. La proyección es que los camiones sin conductor de seguridad a bordo comiencen a circular por rutas públicas en mercados seleccionados, a medida que se adapten los marcos legales y se consolide la confianza social.
Sin embargo, los expertos coinciden en que el nivel 5 —una automatización total en cualquier condición de tránsito— aún está lejos de materializarse. Mientras tanto, los modelos semiautónomos y las soluciones mixtas, donde el conductor humano y la máquina comparten responsabilidades, parecen ser la vía más realista en el corto plazo.
El desarrollo de esta tecnología no implica la desaparición del rol humano, sino que redefine sus alcances. La conducción de primera y última milla, el manejo de materiales peligrosos y la supervisión de la carga seguirán requiriendo habilidades humanas. Además, la expansión de la autonomía vehicular generará nuevos perfiles laborales: operadores remotos, supervisores de flotas automatizadas, especialistas en ciberseguridad del transporte, personal técnico, entre otros.
Aunque los avances más importantes se concentran en Europa, China y Estados Unidos, la mirada está puesta en América Latina como próximo destino para la expansión de estas tecnologías. Las condiciones geográficas y operativas de varios países de la región, sumadas a una creciente demanda de eficiencia y seguridad, la convierten en un terreno fértil para programas piloto en sectores como la minería y el transporte interterminal. No obstante, la adopción masiva dependerá de la infraestructura vial, la legislación y la aceptación del mercado.
Organizaciones globales del transporte, como la IRU (International Road Transport Union), trabajan con fabricantes, operadores y autoridades regulatorias para impulsar el debate y generar marcos de consenso. Este enfoque colaborativo es esencial para garantizar que el salto tecnológico no profundice desigualdades ni desplace a los trabajadores sin una estrategia de reconversión. La planificación anticipada, la formación y la inversión en infraestructura serán claves para capitalizar los beneficios sin perder de vista el impacto humano. La automatización ya no es una promesa lejana, sino una herramienta que puede redefinir la movilidad de bienes a escala planetaria.
Redacción por DataPortuaria
Fuente: MovantConnection