

Esta expansión se produce en un contexto de fuerte demanda global de GNL, considerado el combustible fósil de más rápido crecimiento. Uno de los principales astilleros chinos, por ejemplo, entregará diez metaneros este año y ya cuenta con una cartera de pedidos de 60 unidades valoradas en US$ 21.000 millones, con entregas programadas hasta 2031. A nivel global, las entregas de buques de GNL aumentaron más del 60% en 2023, sumando la flota mundial 831 embarcaciones operativas y esperando otras 103 solo en 2025.
Un factor determinante en el ascenso chino es la notable reducción en el tiempo de construcción por unidad, que ahora se sitúa en tan solo 15 meses. Esta mejora en la eficiencia se atribuye al desarrollo de una sólida cadena de suministro local que cubre el 80% de los componentes, disminuyendo la dependencia externa y optimizando los plazos.
Gracias a estos avances, se estima que China pasará de representar el 7% al 15% de la flota mundial de GNL, afianzándose como un actor estratégico, aunque aún detrás de Corea del Sur.
Esta dinámica global abre importantes perspectivas para Argentina. A partir de 2027, la puesta en marcha de unidades flotantes de licuefacción en la costa atlántica, vinculadas a astilleros asiáticos, podría permitir la canalización de parte del gas de Vaca Muerta hacia mercados internacionales. Esta iniciativa no solo potenciaría obras de infraestructura terrestre para el transporte y evacuación de gas, sino que integraría al país en cadenas globales de distribución energética, posicionándolo como un jugador relevante.
El auge de la construcción naval china ocurre en medio de tensiones con Estados Unidos y la Unión Europea, que acusan a Pekín de subsidiar de forma desleal a sus astilleros. No obstante, la expansión de esta flota se percibe como un elemento crucial para sostener el ritmo de comercialización global del gas, especialmente el proveniente de EE. UU. y Qatar, y para abastecer la creciente demanda en Europa, Asia y América Latina.
El crecimiento acelerado de la flota de GNL tiene consecuencias directas y transformadoras: no solo mejora la disponibilidad de buques y reduce los tiempos de fabricación, sino que también garantiza el acceso a rutas y puertos especializados. Esto exige una pronta adaptación en los puertos de destino, donde la planificación logística, la eficiencia en la descarga y los mecanismos de trazabilidad del GNL se consolidan como ejes centrales del nuevo entramado energético mundial.
El creciente protagonismo de los astilleros chinos, si bien plantea interrogantes sobre la competencia global, también señala el camino hacia una mayor integración vertical en la cadena de suministro logística, desde la construcción naval hasta la operación eficiente del transporte marítimo de GNL.
Redacción por DataPortuaria
Fuente: MovantConnection