

Por: Antonela Giglio
El camino de Jimena López en el mundo del transporte y la logística no fue lineal, pero sí coherente. Desde el Congreso de la Nación, donde comenzó a especializarse en las comisiones de Transporte e Intereses Marítimos, hasta la Secretaría de Transporte, su recorrido fue siempre en la dirección de entender —y transformar— la estructura logística de un país marcado por la centralización, el subsidio y la descoordinación modal.
“Fue un año de muchísimo aprendizaje. Trabajé con equipos técnicos muy formados y enfrentamos temas complejos todos los días. Ahí empecé a interiorizarme a fondo en la lógica del transporte y del sistema portuario.”
Durante su gestión como secretaria, debió intervenir en discusiones tarifarias, conflictos sindicales, negociaciones federales y en la estatización de la hidrovía. Una experiencia intensa que le dio herramientas clave para lo que vendría después.
En diciembre de 2023 asumió como presidenta del Consorcio de Gestión de Puerto Quequén. Lo que encontró fue una estructura consolidada, pero con dinámicas que, según explica, requerían un cambio de fondo: más articulación entre áreas, más trazabilidad en los procesos y una nueva cultura institucional.
“Uno puede venir con ideas, pero si no cambia el sistema de funcionamiento interno, todo queda en un cajón. Acá hay mucho saber técnico, pero muy encapsulado. El desafío es integrar.”
Desde su llegada, López impulsa un modelo de trabajo colaborativo y profesionalizado. Para eso incorporó procedimientos, formó equipos interdisciplinares y comenzó a ordenar procesos clave para avanzar hacia certificaciones de calidad internacional.
“No se puede gestionar el segundo puerto más importante de la provincia como si fuera un almacén. Necesitamos sistema, trazabilidad, control y visión.”
Otro de los grandes temas de su agenda actual es la licitación del elevador de granos, actualmente en manos de la empresa concesionaria Terminal Quequen S.A., un proceso demorado durante años y que ahora se está encaminando con planificación, memoria técnica y articulación entre equipos jurídicos y técnicos.
“Es una licitación con impacto directo sobre más de 100 familias y sobre el 80% del PBI local. No puede fallar.”
Con la experiencia acumulada a nivel nacional, López tiene una visión crítica y estratégica sobre el sistema logístico argentino. El gran cuello de botella, afirma, está en tierra. En un país donde las distancias son enormes, el transporte por camión sigue siendo la única alternativa en la mayoría de los casos.
“Hasta los 300 km el camión es eficiente. Después de eso, ya no. Y la Argentina tiene miles de kilómetros de mercadería viajando en camiones. Eso eleva costos, desgasta infraestructura, genera demoras y contaminación.”
Desde su gestión, uno de los objetivos es diseñar un corredor logístico interno más eficiente para Quequén, que minimice los tiempos de espera de los camiones, proteja el pavimento urbano y reduzca el impacto de la actividad sobre la ciudad.
“Somos un puerto dentro del tejido urbano. Tenemos que convivir con la comunidad y con su calidad de vida.”
Además de los desafíos operativos, su gestión enfrenta una tarea profunda: transformar la cultura interna de una institución con muchos años de historia. Eso implica repensar la comunicación, la distribución del poder y la forma en que se toman decisiones.
“Venimos de estructuras verticales. Hay que pasar a una lógica más horizontal, más matricial. No para borrar roles, sino para sumar miradas.”
La resistencia al cambio, reconoce, no es exclusiva del puerto. Es algo común en muchas organizaciones con fuerte tradición. Por eso, insiste, es necesario acompañar los procesos, comunicar más y mejor, e instalar nuevos hábitos de forma gradual, pero firme.
“Trabajamos con voluntades humanas. Con miedos, con inseguridades. El cambio da miedo. Pero si no cambiamos, nos quedamos quietos. Y hoy la competitividad requiere agilidad, cooperación y profesionalismo.”
Ser la primera mujer en presidir el Consorcio de Gestión de Puerto Quequén no es un dato menor. Fue —y sigue siendo— un desafío personal e institucional. Jimena tuvo que abrirse camino en un sector históricamente dominado por hombres, con estructuras rígidas y lógicas muchas veces excluyentes.
“En estos espacios, las mujeres tenemos que demostrar el doble. Incluso se nos evalúa distinto. Cuando un hombre se enoja, tiene carácter. Cuando lo hace una mujer, es un problema.”
Con el tiempo, logró construir relaciones de respeto, confianza y trabajo con el directorio, los sindicatos y el sector privado. Pero no fue sin conflicto.
“A veces me frustraba. Pero aprendí que no se le puede imponer nada a nadie. Las cosas llevan tiempo. Y hay que hablar mucho más de lo que una espera.”
Hacia el final, deja un mensaje claro para las jóvenes que hoy están formándose o comienzan a ocupar espacios de decisión:
“Nosotras creemos que tenemos que tener todos los diplomas antes de aceptar un cargo. Hay que confiar más en una misma. Lo que no sabés, lo vas a aprender. Y si algo sale mal, siempre se puede corregir.”