

Por: Mg. Mario Goicoechea
Con más del 70% del volumen del comercio exterior estadounidense movilizado por vía marítima, el sistema portuario de Estados Unidos atraviesa un proceso de reconfiguración estructural sin precedentes. Inversiones públicas millonarias, reformas regulatorias, automatización funcional, sostenibilidad ambiental y estrategias intermodales convergen para dar forma a una red logística más eficiente, resiliente y estratégica.
La pandemia de COVID-19 expuso vulnerabilidades críticas en las cadenas de suministro, que derivaron en demoras, acumulación de contenedores y saturación de patios. Como respuesta, el Congreso sancionó en 2021 la Infrastructure Investment and Jobs Act, que destinó más de USD 17.000 millones a modernización portuaria. Esta cifra incluye obras de dragado, expansión de muelles, renovación de infraestructura operativa y electrificación de instalaciones clave.
Estas inversiones permitieron la implementación de tecnologías automatizadas en terminales de alto tránsito. Los puertos de Long Beach (California) y Norfolk (Virginia) se convirtieron en referencias de este proceso, incorporando grúas robotizadas, sistemas inteligentes de gestión de patios y vehículos guiados autónomos (AGVs), según la American Association of Port Authorities (AAPA).
El avance de la automatización despertó conflictos laborales con la International Longshore and Warehouse Union (ILWU), que durante 2022 y 2023 negoció salvaguardas frente al reemplazo de trabajadores por sistemas automáticos. Este conflicto se dio en paralelo a la sanción de la Ocean Shipping Reform Act (OSRA), en junio de 2022.
Esta legislación fortaleció el rol de la Federal Maritime Commission (FMC), que ahora tiene mayor capacidad para fiscalizar prácticas tarifarias, evitar rechazos injustificados de carga de exportación y exigir mayor transparencia a las navieras. La OSRA surgió como respuesta a la concentración de poder en los operadores marítimos y al creciente costo logístico para exportadores e importadores durante los picos de congestión.
El sistema portuario estadounidense presenta una clara diferenciación territorial. Los Puertos de Los Ángeles y Long Beach, en la costa oeste, movilizan en conjunto más de 19 millones de TEU al año, convirtiéndose en el principal eje de ingreso de mercancías desde Asia.
En el Atlántico, los puertos de Nueva York–Nueva Jersey y Savannah expandieron su conectividad intercontinental, impulsados por la ampliación del Canal de Panamá. Esta obra permitió nuevas rutas de gran calado y facilitó la entrada de buques de mayor capacidad hacia el este del país.
El Golfo de México, por su parte, alberga nodos estratégicos como Houston y Nueva Orleans, especializados en la exportación de productos energéticos y agrícolas. Además del movimiento de contenedores, hay un volumen significativo de graneles líquidos y sólidos, en particular en el Puerto del Sur de Luisiana, uno de los más activos del país por su papel en el despacho de cereales y productos petroquímicos, según el U.S. Army Corps of Engineers.
Durante los años 2021 y 2022, el sistema portuario enfrentó episodios de congestión aguda, con demoras operativas, saturación de depósitos y acumulación de contenedores vacíos. Las respuestas incluyeron extensión de horarios (incluyendo pruebas piloto de operación continua), habilitación de espacios de acopio temporario y coordinación con operadores ferroviarios y camiones.
Estos eventos evidenciaron la necesidad de planificación intermodal integrada, capaz de articular los flujos entre puertos, rutas terrestres y redes ferroviarias para evitar futuros cuellos logísticos.
La transición ecológica es hoy una dimensión prioritaria en la planificación portuaria de EE.UU. California se posiciona como estado pionero, con normativas que exigen a los buques utilizar energía eléctrica en tierra firme (shore power) durante su permanencia en muelle, reduciendo así las emisiones en zonas urbanas costeras.
A su vez, la implementación de las regulaciones de la Organización Marítima Internacional (OMI) sobre contenido de azufre en los combustibles ha llevado a una redefinición de los estándares técnicos de compatibilidad entre buques y terminales portuarias. Esta transición no sólo representa un desafío operativo, sino también una oportunidad para alinear el sistema logístico con los compromisos climáticos internacionales.
El sistema portuario de Estados Unidos está siendo profundamente transformado por vectores tecnológicos, regulatorios, ambientales y estratégicos. Este nuevo paradigma busca garantizar eficiencia operativa, sostenibilidad ambiental y robustez logística en un contexto de creciente complejidad del comercio global.