El sector ganadero argentino atraviesa un momento complejo con una confirmada reducción en el stock bovino. Según los datos de la segunda campaña de vacunación contra la fiebre aftosa de 2024, se ratifica una pérdida estimada de entre 1.6 y 1.8 millones de cabezas, lo que tendrá un impacto significativo en la producción de carne vacuna para 2025.

Los principales factores que han llevado a esta reducción son la sequía, que afectó la disponibilidad de pasturas y agua para el ganado; los cambios en la economía, que no generaron incentivos para retener hacienda; y la falta de financiamiento, que impide la recuperación y expansión de la ganadería. Con menos hacienda disponible, la producción de carne vacuna se reducirá, generando un mercado con menor oferta y precios sostenidos durante el año. 

Aunque la apertura de mercados y la posibilidad de exportación de hacienda en pie representan una oportunidad, la falta de incentivos productivos limita la capacidad de los ganaderos para responder a esta demanda.

El reordenamiento macroeconómico es clave para que el sector pueda revertir esta tendencia. Se espera que en los próximos días se publiquen los datos oficiales del stock ganadero argentino, lo que permitirá una comparación detallada con las proyecciones actuales. La tendencia, sin embargo, parece irreversible en el corto plazo sin políticas que favorezcan la producción y el crecimiento del sector.

En este contexto, los productores enfrentan un dilema: reducir su stock para afrontar costos inmediatos o apostar por una recuperación a largo plazo con las dificultades financieras que ello implica. La incertidumbre económica y la volatilidad del mercado también influyen en la toma de decisiones, ya que muchos prefieren vender hacienda antes que asumir riesgos en un escenario de alta inflación y costos crecientes.