Con una mirada hacia el futuro de nuestro extenso Mar Austral, recordando los “40 AÑOS DE LA GESTA DE MALVINAS”, sirvan estos renglones para recordar una parte de aquellos hechos.
El amanecer del 2 de abril de 1982, me encontró en mi lugar de trabajo, la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral del Ejército Argentino en Campo de Mayo, con el grado de Teniente de Infantería y 25 años de edad, desempeñándome como educador de Aspirantes para ser Suboficiales del Ejército.
Siendo las 06 de la mañana del 2 de abril de 1982, encendí la radio y escuché con gran sorpresa la noticia que Argentina había recuperado las ISLAS MALVINAS mediante una operación militar rápida y exitosa sin bajas de militares ingleses, ni de civiles, aunque sí hubo bajas argentinas.
Pocos días después fui asignado al Regimiento de Infantería 3 del Ejército Argentino en la Tablada, provincia de Buenos Aires. Allí recibí la orden de hacerme cargo de una reducida columna de vehículos militares del Regimiento 3, llevarlos al Puerto de Retiro, embarcarlos en el buque carguero “Formosa” de ELMA (Empresa Líneas Marítimas Argentinas) al mando del Capitán de Ultramar Juan Cristóbal Gregorio y en dicho buque navegar a MALVINAS donde me reuniría con el Regimiento de Infantería 3.

Al llegar a Retiro, las calles estaban congestionadas por vehículos militares que provenían de cuarteles militares de distintos puntos de la Provincia de Buenos Aires, todos ellos para ser embarcados en el “Formosa” con rumbo a MALVINAS.
Yo desconocía las tareas de cargar un buque, por ello debí observar, colaborar y aprender cómo se realizaba.
Las grúas subían y descargaban en las bodegas, donde eran adecuadamente asegurados e inmovilizados vehículos militares de apoyo logístico, camiones, jeeps, ambulancias, explosivos, municiones, combustible, cocinas de campaña, placas para pistas de aterrizaje, contenedores con alimentos y cargas variadas necesarias para las futuras operaciones militares en las islas.
El trabajo de carga del Formosa se realizó de día y noche, en forma ininterrumpida hasta que, finalizada la carga, se zarpó rumbo a MALVINAS. En el buque éramos un total de 42 marinos mercantes, tres cadetes de la Escuela Nacional de Náutica y 25 militares del Ejército Argentino, oficiales, suboficiales y soldados conscriptos.
El “Formosa” navegó hacia el sur, no muy alejado de la costa. La inmensidad de nuestro mar minimizaba el tamaño del gran carguero. En oportunidades y próximos a la costa se observaba la Patagonia.
Así llegamos a Punta Quilla desde donde el Formosa cruzó rápidamente a MALVINAS, con un mar bravío que movía al buque cual cascara de nuez y enormes olas que, por momentos, lo cubrían en un constante sube y baja.
Al amanecer comenzamos a divisar las costas de MALVINAS: la emoción, la alegría, el corazón latía muy fuerte, la imagen era espectacularmente bella.
Ya cerca de Puerto Argentino, el Formosa no pudo amarrar por la poca profundidad y debió quedar alejado en aguas más profundas, debiendo realizarse la descarga mediante dos cargueros pequeños de la Armada Argentina que podían llegar al viejo y débil muelle de Puerto Argentino.
Ya en Puerto Argentino, nos recibió el General Menéndez, designado gobernador de la Islas MALVINAS, quien me conocía y me ordenó que, con el Capitán Prina, quedáramos a cargo de las tareas de descarga en el puerto, asignándonos grupos de soldados y suboficiales de Ejército que rotaban todos los días para colaborar en dicha tarea.
En el muelle la seguridad era brindada por un grupo de Buzos Tácticos de la Armada Argentina, quienes me recibieron y permitieron compartir su base de operaciones por los breves días de la descarga.
En todo este periplo de Capital Federal a Puerto Argentino vivencié la grandiosidad, la soledad y riqueza de nuestro mar. También sentí la extraña sensación que le damos la espalda y solo visitamos sus playas. Me pregunté: ¿Por qué en nuestra concepción cultural tenemos olvidado el mar? ¿Por qué somos tan continentales y de tierra adentro?
Pero volviendo al conflicto bélico, vivencie la importancia fundamental que tiene la logística y el transporte a través de grandes espacios aéreos, marítimos y terrestres para las operaciones de defensa y seguridad, para el comercio nacional e internacional, para el desplazamiento de las personas, el cuidado de los recursos marítimos, medioambientales y el control de depredación.
El 30 de abril de 1982, recibí la orden de suspender la descarga del Formosa e integrarme al Regimiento 3, dado que era inminente un ataque aeronaval británico.
Tomé mi bolsón porta equipo, casco, munición y fusil FAL, me despedí del Capitán PRINA (un excelente Oficial y gran persona), me despedí de los Buzos Tácticos y emprendí a pie la marcha hacia la zona donde estaba desplegado, en posiciones defensivas de las playas sur, mi Regimiento 3 de Infantería.
Por la tarde del 30 de abril llegué a las posiciones del Regimiento 3 y fui puesto al mando de una Sección integrada por Suboficiales y Soldados Conscriptos. En ese momento, nos conocimos y comenzamos a formar un equipo humano joven, sólido, fuerte, cohesionado, con apoyo mutuo, contenedor, valiente, sacrificado y convencido de que estábamos pisando suelo argentino.
Esa misma noche del 30 de abril, recibimos el primer ataque de artillería naval británica, que se repitió e intensifico todas las noches hasta el desenlace final del 14 de junio de 1982 y nos encontró intentando un contraataque para mantener el control de Moody Brook.
Cada instante de la guerra fue un permanente enfrentar de adversidades, resistir el fuego enemigo, mantener y mejorar las posiciones, reparar, descubrir, aprender, reflexionar, conducir, trabajar, alistarse, mantener las armas y equipos, cuidar la salud física y anímica, contener, comprender, apoyar emocionalmente, escuchar, cultivar la fe en Dios y el valor.
MALVINAS, GEORGIAS, SANDWICH y todos los espacios insulares de nuestro MAR AUSTRAL constituyen el CORAZON USURPADO por una extraña y lejana Gran Bretaña.
*Por Alberto Astorga, veterano de la guerra de Malvinas
